Entrevista a Alain Couturier autor de la investigación sobre Adelina Bonpland (1791-1871), francesa que viajó por América en los convulsionados años posteriores a las independencias buscando la liberación de su esposo naturalista secuestrado en Paraguay. Poco y nada se sabía de esta mujer que fundó una escuela en Lima, se reunió con el Mariscal Sucre en Bolivia, intercambió cartas y amistad con Simón Bolívar y Thomas Cochrane, que conoció muy de cerca al emperador Pedro I de Brasil y a María Graham, que participó de las tertulias políticas en Buenos Aires, que visitó Montevideo, Santiago de Chile, Kingston y Nueva York y que murió en el anonimato y la pobreza en París.
Carla Ulloa Inostroza: ¿Por qué escribió usted una
novela y no una "investigación histórica"en el sentido tradicional? ¿No
considera usted que esta decisión le resta mérito a su investigación? En este
sentido la segunda parte del libro me parece que tiene un potencial enorme.
Alain Couturier: Para responderle tengo primero que precisar que mi interés por el
personaje de Adelina nació unos años atrás, durante la escritura de una novela
histórica: El manuscrito de Humboldt.
Durante aquel periodo indagaba mucho acerca de Humboldt y necesariamente tuve
que investigar sobre Amado Bonpland, lo que me llevó finalmente a Adelina. Muy
rápidamente este personaje de segundo plano adquirió para mí una dimensión
extraordinaria. Había mucho misterio alrededor de Adelina, lo que provocaba mi
curiosidad; de modo que, terminada la novela sobre Humboldt, me orienté hacia
ella.
Fue una larga
investigación de dos años, tanto en Francia como en América Latina, y tengo que
confesarle que al cabo de unos meses estuve a punto de abandonar la tarea
debido a la casi inexistencia de información disponible. Entonces se produjo un
milagro: casi al mismo tiempo descubrí que ella había nacido en París en 1791,
que había muerto en 1871 en un pequeño pueblo de Francia y que en 1828 se
encontraba en La Paz reunida con el Mariscal Sucre para gestionar la liberación
de Amado Bonpland. Era poco y mucho a la vez; por lo menos tenía unas anclas, unos
puntos de referencia sólidos a partir de los cuales podía esperar progresar.
Y así fue.
Avanzaba lentamente, con mucha dificultad, acumulando piezas del rompecabezas, hasta
que un buen día llegué a la conclusión de que jamás podría armarlo en su totalidad
y tendría que aceptar el hecho de que largos tramos de la existencia de Adelina
quedarían para siempre en la sombra, del mismo modo que importantes aspectos de
su actuación, para no hablar de su personalidad.
¿Qué podía hacer con el material reunido?
La escasa
información acumulada no permitía pensar en la elaboración de una biografía
clásica que requeriría un mínimo de erudición. No obstante, no quería que se
perdiera. Por otro lado, de tanto vivir al lado de Adelina, de tanto seguir su
pista, de tanto soñar con ella, se había vuelto para mí un personaje de novela.
De ahí la idea de contar su vida, pero no en detalle ni de un modo
convencional, sino evocando de una manera impresionista la atmósfera de su
existencia. Se trataría de transformar la escueta materia bruta disponible en
una narrativa intimista, escrita en primera persona, que hiciera revivir al
personaje. Poco importaría lo faltante, lo esencial era darle vida a esta
figura histórica secundaria, de forma tal que al final del libro el lector quedase
con una impresión general inolvidable.
Así que, si se
fija bien, hay dos libros en uno: en la primera parte una novela histórica, “El
viaje de Adelina”, y en la segunda lo que podría llamarse una “investigación
histórica”, para retomar sus palabras: “Entre luz y sombra”. Investigación bien
limitada en cuanto a sus resultados, lo reconozco, y en esto estoy de acuerdo
con usted: esta segunda parte tiene un potencial de desarrollo importante, cuya
propiedad escapa a mi modesta persona. Ojalá este libro pudiera suscitar
interés de parte de ciertas investigadoras que podrían aportar luces sobre
algunos de los numerosos agujeros negros de la vida de Adelina. Pienso en
particular en el periodo de Buenos Aires, de Río de Janeiro y, sobre todo, de
Lima. ¿Cómo fueron sus años en Lima; donde vivía y con quién; que hacía; será
verdad que fundó una escuela?
¿Por qué en la novela se habla desde la
"voz" de Adelina? ¿Y por qué no se hizo una reconstrucción que dejara
abiertos esos espacios de los que no se sabe nada de la autora? ¿Por qué no se
respeta el hecho de que no exista autobiografía?
Fui conducido a
adoptar, una vez más, el género de la autobiografía ficticia o apócrifa -género
que tiene su nobleza y que no significa de ninguna manera falta de respeto–, a
la vez por un sentimiento de empatía natural con mi heroína y por decisión
razonada. En efecto, entre las distintas posibilidades existentes en cuanto a
la construcción de la novela, la que más me gustó fue la de partir del final:
una vieja dama que vivió una vida azarosa que nadie conoce, quiere dejar un
testimonio de lo que fue y reconstruye su pasado. Toma el primer cuaderno
escolar que tiene delante y escribe: “Durante mucho tiempo pensé que lo peor de
la vejez era la lucidez”… Así empecé yo y el resto siguió.
Su pregunta se
cruza también con otra que se me hizo dentro del mundo reducido de mis
lectores: “¿Cuál es la parte de verdad y cuál la parte de ficción en tal o cual
parte de la narrativa”? Cuando uno escribe desde la perspectiva que mencioné,
esta interrogante es una buena señal: el texto es lo suficientemente sutil como
para hacer coexistir de una manera indescifrable la veracidad histórica con un
grado admisible de ficción. O sea la erudición con la creación.
Usted comienza el relato con fechas. ¿Por qué elige
esas fechas? Quiero decir, ¿usted tiene la certeza de que en esos días ocurrió
lo que relata (a través de documentos, por ejemplo) o son fechas que se
eligieron porque hoy representan un momento especial? ¿Y por qué alterna el
principio del siglo XIX con su final?
Para mí las
fechas y los periodos son hitos que estructuran la narrativa del mismo modo que
estructuraron la vida de Adelina. Ella vivió siempre en medio de las
turbulencias de la Historia, las cuales tienen sus fechas precisas: nació en
1791, inicio del peor momento de la revolución francesa conocido como “El
Terror”, cuando la guillotina funcionaba las veinticuatro horas del día en
París, al lado de su casa; luego conoció desde la propia mansión de Napoleón el
auge y la caída de su imperio, a partir de 1814 vivió los años de la
restauración de la monarquía, la segunda revolución de 1830, la tercera de
1848, el segundo imperio del sobrino de Napoleón y su caída ante los prusianos
en 1870, periodo en el cual estuvo recluida, a los ochenta años, en una escuela
de monjas de un pueblito de Francia, donde escribió sus memorias antes de
morir. También le tocó vivir durante unos quince años el caos del periodo de la
post-independencia en varios países de la América latina. Por lo tanto, su historia
personal se desarrolló, de principio a fin, al ritmo de la Historia y de sus
fechas.
En cuanto al
cruce y/o alternancia de los tiempos, se debe a la voluntad de reflejar
simultáneamente tres temporalidades distintas para enriquecer la narrativa y
romper con el desarrollo lineal habitual: el presente vivido (el diario de su
vida en el periodo 1870-71, en plena guerra de Francia con Prusia), los
capítulos del pasado real rememorado y el pasado soñado (el sueño recurrente).
Esta mezcla de tiempos no es tan distinta de la que le ocurre a uno en un día
común: mientras vive la realidad minuto tras minuto, puede rememorarse unos
momentos del pasado real y soñar ocasionalmente con un pasado imaginario.
¿Cómo fue el proceso para reconstruir el contexto
histórico dentro del cual se desarrolla la historia de Adelina, ya que hace
permanentes referencias a otros sucesos históricos?
Tuve que
estudiar a fondo la situación política y social de los distintos países donde
vivió Adelina, situación siempre compleja y fluctuante, y presentar una
síntesis clara al lector para que entendiera el contexto en el que Adelina se
movía.
Su libro tiene tajantes opiniones, por ejemplo, en la
página 26, los intentos de Amado Bonpland por introducir a Adelina en el mundo
científico. ¿En qué se basa usted para señalar que ella está totalmente ajena a
ese mundo?
Es verdad, le
atribuyo a Adelina opiniones tajantes sobre muchos temas. Pero así era ella,
según decía el mismo Bonpland, un carácter inflexible que decía en alta y clara
voz lo que pensaba, salvando siempre los
buenos modales. En el caso preciso de su relación con el mundo científico
extendí a este mundo la relación con Humboldt, que no era del todo buena.
¿Alguna parte del libro que sea su favorita? Me parecen
interesantes los capítulos "Entre sueño y realidad" o "Tres
mujeres viajeras".
Si tuviera que
salvar de un incendio unos fragmentos del libro, sería un extracto de su viaje
a través de Los Andes, rumbo a La Paz, en la página 134 y siguiente: “Pasamos
muchas otras noches bajo la bóveda celeste”… Pero prefiero que usted escoja
según su gusto, ya que la opinión del lector prevalece a la hora de presentar
un libro.
¿Cómo se puede comprar el libro?
La editora
parisina que publicó el libro, L’Harmattan, no tiene una red de distribución
muy extensa en América Latina. Por lo tanto se recomienda comprar el libro vía
Internet, directamente a la editora aquí.
- Véase la anterior reseña de este libro publicada aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario