La investigadora argentina Mónica Szurmuk, doctora en letras por la
Universidad de California, ha realizado importantes contribuciones al
estudio de mujeres viajeras en América Latina. El año 2000 prologa y
selecciona escritos y testimonios de viajes de mujeres argentinas y de
mujeres extranjeras que visitaron Argentina en los siglos XIX y XX,
titulado "Mujeres en Viaje" editado por Extra Alfaguara en la ciudad de
Buenos Aires...
Ese mismo año University Press of Florida lanza "Women in Argentina. Early Travel Narratives". El año 2007 el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora de la Ciudad de México edita la traducción de esta importante obra, titulada "Miradas Cruzadas: Narrativas de viaje de mujeres en Argentina 1850-1930".
A contuación entrevista realizada a Móniza Szurmuk por Sergio Kisielewsky en junio del año 2010 y publicado en Página 12, 8 de junio de 2009
–¿Cómo surge en su obra el interés por las mujeres viajeras?
–A
través de la literatura de un hombre, Guillermo Enrique Hudson. Cuando
llegué a Estados Unidos en 1988 tomé un seminario doctoral con un
profesor de literatura comparada que era japonés y especialista en
literatura poscolonial. Había gente de todos lados, de Africa, Asia,
Europa, de Estados Unidos y varios latinoamericanos, y empezamos a leer
la literatura del imperio como la literatura inglesa, francesa, que
había viajado y había colonizado el resto del mundo. Para ese seminario
escribí un trabajo sobre Hudson, de quien había leído en la escuela
primaria el libro Allá lejos y hace tiempo.
Él se crió en una zona del ramal de Quilmas. Era una zona de casas
donde él define la identidad. La primera lectura de un viajero tuvo que
ver con él, con esa mirada sobre la pampa. Hudson, en el Manuel de
alumno bonaerense, incluía sus textos traducidos y ésta fue una figura
que fue leída por Borges y Martínez Estrada.
–¿Cómo llegó a las mujeres viajeras?
–En
esa época había gente que estaba leyendo a los viajeros en la
Argentina. Ya había trabajos sobre los viajeros británicos. En Estados
Unidos se empieza a leer desde la mirada del imperio. Empiezo a trabajar
con Mary Flatt, que es una profesora que estaba escribiendo un libro
sobre los viajeros en el imperio británico y los viajeros franceses y
ella me invita a la Universidad de Stanford y en la biblioteca me
asombró ver un área entera de viajeros sobre la Argentina, entre ellos
una parte importante de mujeres.
–¿Cuál fue la primera que le llamó la atención?
–Florence
Dixie es una inglesa que viaja a la Patagonia. Ella es una mujer de la
aristocracia. Tiene tiempo libre y quiere conocer algo exótico. Ella
tiene una imagen idealizada de los tehuelches, pero ella no se da cuenta
de que se está llevando a cabo la Campaña del Desierto. Es una
inocencia que en la vida no le va a durar. Su próximo destino fue en
Sudáfrica y ya toma partido político y reclama por los derechos de las
poblaciones.
–¿Qué es lo que le llama la atención?
–Se
concentra en las mujeres tehuelches. El libro de ella lo ilustra un
ingeniero y las ilustraciones de ella y él son totalmente diferentes.
Las mujeres viajeras del período 1850-1930 y ella forman parte del
paisaje. Ella ve la injusticia como sistema, como no la ven los hombres
del momento.
–¿Qué no ven los hombres?
–Lina
Beck Bernard, una de las escritoras viajeras, ve una mujer blanca
emperifollada y al lado hay una mujer indígena y ella dice: “Son
irreconciliables, como siempre lo serán los vencedores y los vencidos”.
Puede ver el costo que tiene la civilización.
–¿Qué le llamó la atención de Eduarda Mansilla?
–Era
la hermana de Lucio, el autor de Una excursión a los indios ranqueles.
Es una mujer de la clase alta, sobrina de Rosas, vivió la mayor parte de
su vida en Europa y ella escribe un libro de viajes sobre Estados
Unidos.
–¿Cuál es la diferencia entre una mujer argentina que va a Estados Unidos y una mujer europea que llega aquí?
–Estas
mujeres, en realidad, son muy parecidas, porque comparten una serie de
códigos culturales de lo que es la burguesía blanca del momento. Tienen
valores semejantes y son usadas para validar proyectos civilizadores,
proyectos de clase y a la vez son narradoras, toman la palabra. Hay algo
que hace Mariquita Sánchez, ella toma distancia y dice: “¿Por qué esa
obsesión por matar indios?”. Critica esa centralidad que tiene el
genocidio en la creación de la patria. Ella lo puede ver.
–Mientras Eduarda Mansilla dice que “recordar es vivir”.
–¿Por qué cree que hay poca literatura de la mujer obrera?
–Mujeres que viajan para conocer y narrar.
–¿Y de aquí qué les llama la atención a las escritoras?
–Jernnie Howard era otro personaje que usted describe en el libro.
–¿Cómo fue que surgió el primer best seller publicado por una mujer?
–Todo un recurso para narrar.
–Está presente el tema del exilio en la escritura. ¿Cómo vivieron el destierro, el exilio?
–No aparecen los maridos en los relatos.
–¿Tienen sus obras contacto con lo que escriben las mujeres escritoras del siglo XX?
–¿Como llegó a entusiasmarse para escribir una biografía sobre Alberto Gerchunoff?
–¿Por qué?
–¿Qué otras obras le llamaron la atención?
–Le llamó la atención el ensayista.
–¿Por ejemplo?
–Se lo conoce muy poco.
–Es
preciosa esa frase. El libro sobre Estados Unidos lo escribe muchos
años después de la experiencia del viaje. Lo escribe a pedido de un
pariente y lo escribe aquí.
–¿Por qué cree que hay poca literatura de la mujer obrera?
–En
el siglo XIX la mayoría de las mujeres obreras no estaba alfabetizadas.
A partir de 1910, en la Argentina empiezan a escribir mujeres
militantes, políticas del anarquismo y el socialismo. Hay mujeres
inmigrantes como Cecilia Grierson que el gobierno la manda a Europa a
investigar la educación de las mujeres.
–Mujeres que viajan para conocer y narrar.
–El
viaje les permite narrar. En el siglo XIX, en el caso de Mariquita
Sánchez quiere escribir la historia de las mujeres de la Argentina. Las
mujeres hace siglos que escriben cartas, narrativa personal, diarios
íntimos. Lina Bernal es alsaciana, llega a Santa Fe y escribe con la
estructura del diario íntimo, pero es publicado. Escribe siempre sobre
la Argentina, un sitio que le da la oportunidad de escribir algo que
alguien quiere leer. Se van abriendo los espacios y los géneros de la
realidad permite más la entrada de las mujeres. Muchas mujeres publican
en la revista Dos Mundos en París sobre la Argentina. Y hay mucho
escrito sobre Lucía Miranda, que fue una mujer blanca cautiva que se
enamora de un indio.
–¿Y de aquí qué les llama la atención a las escritoras?
–Les
llama la atención las guerras internas, la falta de paz, la poca
libertad de las mujeres, la poca libertad de elección. Juana Manuela
Gorriti se preocupa del tema indígena y Mariquita Sánchez por la
situación de las mujeres pobres. Ella es un personaje político: le llama
la atención la violencia constante. Hay un intento de preservar la paz
en el hogar y en el hogar-nación.
–Se
excluía a las mujeres de los derechos de ciudadanía. ¿Cómo evalúa que
Sarmiento haya traído maestras norteamericanas para enseñar aquí?
–Sarmiento
quería un modelo de mujer independiente, sin ataduras a la Iglesia.
Quería desterrar la educación religiosa, la religión de las escuelas.
–Jernnie Howard era otro personaje que usted describe en el libro.
–Era
una mujer maravillosa, era una de las maestras que recorrieron todo el
país. En el Litoral tiene un éxito enorme. La gente hace cola para
anotar a los hijos y en Córdoba nadie se anotó por la presencia
católica, las autoridades resisten la educación normal. Las mujeres que
comienzan a ganarse el sustento y trabajan en la cultura son “hijas” de
estas maestras. Son las primeras mujeres universitarias que se reciben
alrededor de 1910. Todas fueron maestras, fueron a la universidad,
entraron al periodismo y a la literatura.
–¿Cómo fue que surgió el primer best seller publicado por una mujer?
–Ema
de la Barra es una mujer de buena familia, criada en Rosario. Publica
con seudónimo como si fuera un hombre. Se publicó primero en inglés. Es
una novela de una viajera que se llama Alejandra y es hija de una mujer
argentina de clase alta y un científico noruego. Viene a conocer a la
familia de su madre y puede ver todos los vicios de la clase alta.
–Todo un recurso para narrar.
–Y
para criticar a su clase de origen. El libro se llama Estela. Alejandra
es una figura que aparece en la literatura de mujeres europeas que
miran con horror a las mujeres que no educan a sus hijas, que las crían
para el despilfarro. Al ser un best seller todo el mundo se pregunta
quién es César Duaya.
–Usted
nombra a Cecilia Grierson y con ella comienza a ser pie el romanticismo
y la influencia de Echeverría. ¿Por la poesía empiezan a tener
presencia?
–Creo que hay una crítica del romanticismo. Como Grierson, tiene una distancia enorme con el romanticismo y de esta relación de la mujer con el sentimiento. En especial del siglo XIX de Lucía Miranda, de Eduarda Mansilla, que sí está inscripta en el romanticismo. Cecilia Grierson es una mujer más profesional. Y su manera de serlo es distanciar lo íntimo.
–Creo que hay una crítica del romanticismo. Como Grierson, tiene una distancia enorme con el romanticismo y de esta relación de la mujer con el sentimiento. En especial del siglo XIX de Lucía Miranda, de Eduarda Mansilla, que sí está inscripta en el romanticismo. Cecilia Grierson es una mujer más profesional. Y su manera de serlo es distanciar lo íntimo.
–Está presente el tema del exilio en la escritura. ¿Cómo vivieron el destierro, el exilio?
–De
hecho, Mariquita Sánchez pasa un tiempo en el exilio en Brasil y
Uruguay. En sus cartas le escribe a su familia y tiene todo un contacto
epistolar continuo porque parte de su familia también se va al exilio en
tiempos de Rosas. Hay una cantidad enorme de cartas donde ella trata
todos los temas, desde el control de la natalidad, el tema económico, lo
doméstico; lo que aparece en ella es una independencia, porque una de
las ventajas de estar tan lejos, en Europa, es que determinadas reglas
son mucho más flexibles. Mariquita se quiere casar con alguien que los
padres no quieren, pero ella apela al virrey y logra casarse, cosa que
en Europa sería impensable. Lo mismo que las mujeres en América, que
heredan tierras y en Europa no pueden hacerlo. Hay una serie de
conquistas que las mujeres europeas obtienen mucho más tarde que las
mujeres de aquí. El caso de Ada Elflein es fascinante, porque ella
publica en la década de 1920. Ella es maestra, “la madre de todos los
chicos”, y eso le permite no ser la madre de nadie. Vive con su pareja y
hace la vida que ella quiere.
–De alguna forma, todas estas mujeres nos llevan a Victoria Ocampo, a su modo de encarar el viaje en sus obras.
–Lo que me pareció muy interesante es que cuando Victoria escribe sobre Europa es cuando escribe sobre los barrios de inmigrantes en la ciudad de Buenos Aires. Fue famoso su affaire con un escritor de su época y tiene ella un pequeño departamento cerca de San Telmo. La descripción de esos encuentros furtivos con el amante están en su Autobiografía, que tiene ocho volúmenes... Con Delfina Bunge se escribe cartas en francés pese a que vivían a pocas cuadras. Las mujeres obreras en esa época tenían una libertad de movimiento que las mujeres de la clase alta no tenían. Viajaban solas en el tranvía. Hay testimonios en revistas del anarquismo, el socialismo. No escriben textos de viajes porque no se van de vacaciones.
–Lo que me pareció muy interesante es que cuando Victoria escribe sobre Europa es cuando escribe sobre los barrios de inmigrantes en la ciudad de Buenos Aires. Fue famoso su affaire con un escritor de su época y tiene ella un pequeño departamento cerca de San Telmo. La descripción de esos encuentros furtivos con el amante están en su Autobiografía, que tiene ocho volúmenes... Con Delfina Bunge se escribe cartas en francés pese a que vivían a pocas cuadras. Las mujeres obreras en esa época tenían una libertad de movimiento que las mujeres de la clase alta no tenían. Viajaban solas en el tranvía. Hay testimonios en revistas del anarquismo, el socialismo. No escriben textos de viajes porque no se van de vacaciones.
–No aparecen los maridos en los relatos.
–En
el libro no están los maridos ni los hijos en muchos casos. Es un
espacio de independencia. Cuando escriben novelas, las historias de amor
son el centro del conflicto.
–¿Tienen sus obras contacto con lo que escriben las mujeres escritoras del siglo XX?
–María
Rosa Oliver sigue en esa línea. Hay una marca que va quedando. Hay un
libro de Matilde Sánchez que se llama La canción de las ciudades que es
precioso. Hay mucha literatura del exilio. Esa obsesión por la
tranquilidad se repite en las mujeres del siglo XX. La nave de los
locos, de la uruguaya Cristina Peri Rossi, es un caso muy claro; La
rompiente, de Reina Roffé, y a fines del siglo XX el libro de María
Negroni sobre Buenos Aires. Alicia Dujove Ortiz escribe un libro en
francés sobre Buenos Aires.
–¿Como llegó a entusiasmarse para escribir una biografía sobre Alberto Gerchunoff?
–Con
una colega francesa comenzamos a analizar el período 1880-1945 en
Europa, el momento de la emancipación de los judíos, la época anterior
al caso Dreyfus, el momento de la educación pública y cómo aparecía eso
en la literatura, cómo aparecía la actividad de los judíos en la vida
laica de Francia en textos latinoamericanos y europeos. En un seminario
de investigación para estudiantes de literatura comparada y trabajando
con estudiantes de distintos países, apareció como referencia obligada
Gerchunof.
–¿Por qué?
–Porque
Los gauchos judíos era un canto a la emancipación. Teníamos que
conseguir libros que estuvieran traducidos al inglés. Lo volví a leer
después de muchos años (antes lo había hecho con la interpretación de
David Viñas que lo veía como el que se compró el proyecto de la
Argentina “crisol de razas”) y de pronto vi un libro que había que
trabajar. No te daba nada digerido.
–¿Qué otras obras le llamaron la atención?
–Tiene
una biografía sobre el poeta alemán Heine preciosa. Se puede leer a
Heine como lo presenta Borges y ahí podés ver alguna que otra marca de
Gerchunoff. Esta preocupación de cómo se vive en una sociedad laica y
algunas crónicas de Buenos Aires que son hermosas.
–Le llamó la atención el ensayista.
–Y
el biógrafo. Lo que me parece fascinante es recuperar el momento de un
Buenos Aires que se puede transitar de un mundo a otro al menos entre
1910 y 1950. Llega como niño inmigrante a los 8 años y antes de los 20
ya dirigía un diario en Rosario, era director de escuela, trabajaba en
las revistas literarias más importantes y tradujo libros del idisch...
Hay perlitas.
–¿Por ejemplo?
–Le
ofrece a Borges publicar cuando Borges todavía no había publicado en la
Argentina. El lo lee en una revista francesa y lo quiso publicar en La
Nación y Borges le dice que no estaba lista para publicar en el diario.
No deja de ser una cosa interesante que un inmigrante le ofrezca a
alguien como Borges publicar. En todas las peleas está del lado
correcto. Habla en contra de la segregación en Estados Unidos, defiende
la República española. Ofrece a intelectuales mexicanos durante la
revolución asilarse en la Argentina y después del ’30 es un crítico
feroz del nazismo. Hay un archivo maravilloso en el Instituto
Ravigniani, donde hay cartas de Gerchunoff. Siempre estaba del lado de
lo ético. Le dan el Premio Nacional de Letras, tiene un problema
político y no lo acepta. Lo echan de los lugares por defender a los que
tienen problemas y tiene un gran compromiso con el periodismo, escribió
en una cantidad de publicaciones enorme. Durante la guerra escribe en el
suplemento literario de La Nación y escribe sobre política en Antinazi y
Argentina Libre, que eran dos publicaciones antifascistas. Era un
laburante. Después se iba cerca de Hebraica a tomar café y hablar en
idisch con los jóvenes y después cenaba con Manuel Gálvez. Es una figura
que da cuenta de muchas cosas en la cultura.
–Se lo conoce muy poco.
–Los
gauchos judíos, el libro por el que se lo conoce y se lo critica tanto,
es un best seller a sus 24 años. El gobierno argentino lo envía a la
Feria Internacional de Leipzig. Viaja a Europa en 1914. Viaja con su
mujer y sus dos hijas y se encuentra en París con Proust...
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