domingo, 1 de abril de 2012

Artículo inédito: Lina Beck-Bernard Le Rio Parana. Cinq années de séjour dans la République Argentine. Por Claudia Torre

Conferencia en Biblioteca Nacional de Maestros, Buenos Aires, octubre de 2011.
"Lina Beck-Bernard Le Rio Parana. Cinq années de séjour dans la 
République Argentine"
Dra. Claudia Torre.

Cómo citar este artículo: 
TORRE, Claudia. Lina Beck-Bernard Le Rio Parana. Cinq années de séjour dans la République Argentine. Publicado en http://historiasmujeresviajeras.blogspot.com. Puesto en línea 01-04-2012.

           “Un silencio profundo nos rodea. El Paraná, tranquilo como un lago, refleja el azul

del cielo y copia en las aguas mansas la vegetación espléndida de sus bordes. No
vemos ninguna vela, ninguna embarcación viene hacia nosotros. Ya estamos en el
desierto con su grandeza, su absoluta soledad, su solemne melancolía. De pronto,
Camilo, uno de los marineros, oculto en la espesura, entona con voz fresca y
melodiosa una barcarola italiana; el estribillo repetido en coro por sus compañeros,
hace pensar en el movimiento cadencioso de los remos sobre el agua y en el
balanceo del esquife mecido por las ondas. No sabría traducir la impresión que
sentí, oyendo aquella melodía dulce y triste realzada con gracia por la sonoridad de
la lengua italiana. Ningún concierto de artistas célebres en Europa me había
impresionado como esas canciones sencillas de pescadores genoveses,
difundiéndose en el silencio de una naturaleza virgen y traídas por la brisa ligera
que apenas rizaba la superficie del río”




Con estas palabras Lina Beck Bernard ilustra su primera experiencia del río. Narra con cadencia melancólica el itinerario que la lleva a su destino: el puerto de Santa Fe, mercado principal de la Confederación Argentina. Para una protestante alsaciana educada en una geografía helada que creció en interiores austeros y taciturnos y  en relaciones familiares cuya afectividad estaba pautada por la distancia y el recato de los gestos amorosos, el río Paraná se vivencia como un lugar generoso en emociones cálidas y suaves y se construye a partir de un cruce específico: Europa como cultura y América como naturaleza. Sin embargo, esos pescadores genoveses que aparecen en la imagen hablan de un cruce más complejo donde la distribución de valores se muestra más profunda de lo que, a primera vista, parece. He aquí la mirada atenta y detallada de un mundo que es todavía muy nuevo para estos ojos europeos. 
Lina Beck-Bernard nació en 1824, en el territorio que se llamaba entonces Alsacia, en  un pueblo de Alto Rhin. Bitschwiller –así es su nombre- queda en la frontera entre Alemania y Suiza. Fue hija de una familia protestante de intelectuales y comerciantes. Su padre había sido asesinado por un obrero en una fábrica por lo cual su infancia fue triste y austera. Cuando Lina tenía 16 años la familia se trasladó a Suiza donde Lina se instruyó en derecho penal impulsada por el clima liberal y democrático de la década de 1840. En 1852 se casó con Charles Beck Bernard, a quien el gobierno argentino contratará para establecer colonias agrícolas suizas en la provincia de Santa Fe. Así es que ella viajó con dos hijos y tuvo dos hijos más en el nuevo continente.  Entre 1857 y 1862, Charles y Lina vivieron en la ciudad de Santa Fe, y fundaron la colonia San Carlos. Luego de esa experiencia colonizadora, que es crucial en la vida de esta autora y en su obra, la familia regresa a Europa pero Charles Beck Bernard sigue monitoreando y organizando el proyecto que los había convocado desde la ciudad de Basilea. En 1864, Lina publicó Le Rio Paraná. Cinq années de séjour dans la République Argentine libro en el que relata su experiencia sudamericana. En ese mismo año publica también una novela titulada La estancia de Santa Rosa. Más tarde publica en 1872 Fleurs des Pampas. Scenes et souvenirs du désert argentin, una suerte de colección de novelas cortas con temas santafesinos. Ya como autora prolífica, Lina frecuentó círculos intelectuales y políticos y fue amiga del legendario crítico literario Charles Sainte Beuve. El epistolario que mantuvo con éste fue publicado por la prestigiosa Revue des Deux Mondes. En 1888 Lina muere en Mont Brillant, Lausana.
Lina publicó su libro en francés, en Grassart Libraire Editeur de París. Recién en 1935 el libro es traducido al español por José Luis Busaniche. El trabajo de este investigador argentino dio como resultado una muy interesante edición del libro, con una buena traducción, prólogo y apéndice pero al mismo tiempo se trató de una edición muy intervenida. En principio el libro se conoció en la Argentina, con un título diferente porque  Busaniche modificó la denominación de República Argentina por la de Confederación, quitó el subtítulo y le agregó los años de estadía. El resultado fue: Cinco años en la Confederación Argentina (1857-1862). Busaniche intervino además de manera aún más incisiva: quitó párrafos que referían anécdotas -que Lina había escuchado y refería- sobre Juan Manuel de Rosas. En ellas, el en ese entonces ex-gobernador de Buenos Aires aparecía como perverso y loco, según la versión unitaria del período: el comedor de niños, el degollador, el mazorquero,  entre otros. De modo que si leemos la versión en español vamos a encontrar sustanciales diferencias con la edición original.   
En el 2000, la investigadora Mónica Szurmuk publicó en la editorial Alfaguara fragmentos de este libro, en una antología que tituló Mujeres en Viaje. Allí los relatos de Lina conviven con los de otras viajeras tales como Eduarda Mansilla, Florence Dixie, Jennie Howard, Ada Elflein, Delfina Bunge, entre otras.  En 2001, el libro de Beck Bernard, siempre en la traducción de Busaniche fue re-editado por Emecé. Colección Memoria Argentina. En 2006 el investigador Martín Servelli incluyó párrafos de la autora, en la antología Viajeros al Plata (1806-1862), para la editorial Corregidor. Por su parte, Mónica Szurmuk, además en el año 2000 estudió la obra de Beck Bernard y escribió sobre ella en Miradas Cruzadas. Narrativa de Mujeres en Argentina 1850-1930,  libro editado en México.
El texto de Lina refiere la experiencia de la colonización agrícola en la provincia de Santa Fe de la República Argentina. Ésta se produjo entre 1833 y 1850. Entre 1852 y 1870 tuvo lugar la Confederación argentina. En 1854, el gobierno de Buenos Aires cortó vínculos con las provincias y estás conformaron esa organización que duró hasta 1862. Su capital era la ciudad de Paraná donde se concentraba la autoridad representada en el caudillo Justo José de Urquiza. El gobernador de Santa Fe era Juan Pablo López. En la batalla de Pavón, Mitre derroca a Urquiza y se unifica el territorio sobre el cual rige la constitución de 1853. Pero además de reconocer estos fragmentos de la historia de la época, es preciso tener en cuenta para comprender la experiencia de esta autora, que en 1870 ingresa a la Argentina una numerosa inmigración italiana y española que produce un impacto clave en la cultura y en la sociedad de entonces. 
Charles Beck Bernard había viajado en 1856 y un año después lo hace Lina. Entre 1857 y 1862 los Beck Bernard viven en Santa Fe, tránsito obligado entre Buenos Aires y las provincias de la Confederación. Cerca se encuentra la ciudad de Paraná que, como señalé antes, era un verdadero centro neurálgico de aquella organización política. De esta manera y teniendo en cuenta las fechas del viaje que figuran en el título de la edición de Busaniche se puede ver que este libro, más allá de su impronta autobiográfica, documenta el modo en el que  ese territorio de ríos, llanuras, y colonos, se va codificando –en clave sarmientina- como la meca progresista de los ríos navegables y de la inmigración deseada.
Si bien se trata de un relato de la experiencia del viaje colonizador que fue publicado en Francia es posible que su bosquejo pueda tal vez haber sido un diario personal que Lina llevó en sus días en Santa Fe y que elaboró más tarde. No hay forma de verificarlo pero la construcción del relato va evidenciando una secuencia ordenada y llena de detalles que parecen haber sido apuntados in situ y elaborados luego, más que recordados tantos años después. Como todo viaje de ese período se realiza inicialmente en  un barco, que se detiene en varios puertos: Galicia, Lisboa, Pernambuco, Bahía, Río de Janeiro hasta llegar por fin a la ciudad de Buenos Aires. Este tramo del viaje se narra en las primeras páginas de libro y se constituye como una zona intermedia que va permitiendo a la viajera dejar atrás su lugar de origen e ir reconociendo su lugar de destino. Ya en el río Paraná, y transportada en goleta Lina llega hasta Santa Fe, es decir llega al desierto a través del río y no a caballo, como en general habían llegado los viajeros que la precedieron a esos mismos lugares.
Los títulos de los capítulos del libro que figuran en el índice, esbozan un criterio etnográfico, clasificatorio, una suerte de muestrario, es decir evidencian una pulsión clasificatoria. Sin embargo, no es esta enumeración propia de los viajes, colecciones y los museos del siglo XIX lo que predomina sino y sobre todo su selección y el detalle con el que Lina va configurando su representación del lugar y su  propia experiencia de habitarlo. Se trata de un libro sobre la experiencia de la colonización pero sobre todo construido en primera persona y a partir de la experiencia del viaje de una mujer ilustrada, protestante, feminista, ávida de ver mundo, de observar otras culturas y sus signos, como si esos signos fueran la respuesta o sus preguntas o verdaderas claves de interpretación.
Cuando el barco en el que viene Lina con sus hijos permanece en cuarentena a causa de la fiebre amarilla. Lina escribe:

“Nuestra pequeña embarcación se agita como una hoja en el viento. Nadie se atreve a llegar hasta nosotros. Diríase que han trazado un círculo mágico alrededor del Prince, para impedir el acceso de todo ser humano (…) Los paseantes del muelle, armados de catalejos, examinan nuestro barco.”

 De este modo, el escrito de Lina cuando refiere las políticas de salubridad que en ese entonces impedían a los tripulantes de los barcos ingresar al territorio y permanecer en cubierta a una distancia prudencial, invierte ciertos tópicos de la literatura de viaje del período porque ella compone una escena en la que lo que aparece no es aquello o aquellos a quienes ella va a ver sino también y sobre todo, el modo como ella es vista por los otros. Resulta interesante que esta autora señale cómo la ven es decir no quién es el otro, sino quién es ella para el otro. Y ya desde esta perspectiva inicial del viaje Lina ocupa en el relato un lugar ciertamente inquietante. Más adelante, esta escena en la que ella “es vista” vuelve a producirse en otro contexto. En una excursión por la llanura, “de pronto vemos ante nosotros, un indio, de pie, junto a su caballo”. Todos se sobresaltan y no entienden por qué no lo han vista acercarse. “Era una playa muy llana sin depresiones ni eminencias, sin embargo ese hombre había encontrado la manera de ocultarse a nuestras miradas.” argumenta Lina. He aquí nuevamente a esta viajera que es vista pero que no ve y que sabe que el otro puede y sabe mantenerse oculto. En este sentido también el libro ofrece una percepción fina y diferente de la narrativa de viaje tradicional que relata paisaje y habitantes como una escenografía ya dispuesta para la descripción: sus elementos están allí para ser vistos. En el caso de Lina lo que irrumpe no estaba previsto y debe explicarse. ¿Cómo puede un indio ocultarse a una mirada en un territorio llano? ¿matas de pasto, malezas y pequeñas zanjas le bastan para esconderse? El relato reflexiona permanentemente sobre esta extraña proximidad y sobre la relación oblicua entre habitantes y extranjeros.
Como señalé en párrafos anteriores, el pasado rosista es referido en el libro como una ruina moderna. Cuando pasea por Palermo, la antigua residencia de la gobernación, donde vivía Rosas, Lina asocia esa casa con las villas italianas de galerías y arcadas de hermoso aspecto y señala al respecto que “los odios políticos tratan de apresurar su completa destrucción”. Para Lina, Palermo es una ruina sin hiedras ni lianas, una ruina reciente, la de un pasado que hace apenas un tiempo ínfimo, parece haberse constituido como tal.  Y Lina es sensible a los relatos sobre Manuelita Rosas que “suaviza como una bienhechora las leyendas siniestras de Palermo”. ¿Cómo se leen los vestigios del rosismo, la figura de Manuelita? Lina oscila entre la construcción personal de una extraña historia y la versión rioplatense popular post-rosista.
Pero lo que más llama la atención de Lina son las mujeres y las mujeres son observadas a partir de una expectativa particular: su funcionamiento en la sociedad moderna. Lina ve que las mujeres son educadas pero no son instruidas y ve que las mujeres aborígenes están sometidas a sus varones de una manera bestial. El relato sobre el territorio sud americano lleva inexorablemente, de acuerdo a estas menciones, a algunas cuestiones del viaje femenino en el siglo XIX. Se trata de un libro que mira desde una perspectiva protestante -hay otros registros de este tipo en los viajeros ingleses, en los pioneros galeses de Gaiman, en la Patagonia argentina, en los relatos de William Henry Hudson y de Cunningham-Graham. El catolicismo está puesto en duda y es observado como una religión de frailes analfabetos y corruptos, supersticiosos y banales porque Lina lee la supervivencia de una religiosidad colonial ociosa, ineficaz e inútil. Asimismo el juicio de Lina no se priva de apelar a  formas humorísticas, cuando nos cuenta que un sacerdote en la ceremonia de bautismo de la que ella es madrina, le pregunta: “Lina ¿promete usted educar a este niño en la religión católica, apostólica y cristiana (en lugar de romana)?”
La mención de tribus aborígenes es numerosa y variada: los mocovíes, los pampas, los tobas y los abipones aparecen en sus páginas y si bien el relato exhibe el gesto etnógrafo propio de la época, las palabras de Lina hacia los indios son siempre de interés y de admiración. Otro temas completan su versión de este territorio: la lepra y el terror bíblico, el curanderismo, la medicina aborigen y rural así como  las enfermedades que la impresionan y la conmueven.
Se produce en el interior de este relato de viaje de tipo testimonial, una suerte de literaturización cuando Lina apela a metáforas, construye climas, configura personajes: “Yo sé matar” señala el asesino condenado a muerte que será fusilado sentado en un banquillo de madera con alto respaldo. El relato muestra una pluma despojada y detallista. En cambio, en el relato de la búsqueda de los tesoros de la sacristía exhibe irónico sarcasmo y picardía. Una microhistoria de la conversión de su casa en un émulo del Arca de Noé llena de parejas de animales salvajes, por la naturalización de su exotismo no tiene nada que envidiarle a un  relato del realismo mágico latinoamericano del siglo XX. 
Lina Beck-Bernard viene a observar un mundo que se construye a partir de la cultura  republicana y colonizadora, un mundo moderno; y pareciera que se preguntara ¿cómo es posible construir un mundo moderno en Sudamérica? Por eso su mirada, como la de todo viajero, también va en el tiempo: ve un presente pero ve también un pasado y un futuro. Naturaleza y cultura es el binomio que articula gran parte de los viajes en el siglo XIX, sobre todo a partir de la relación entre el estado primitivo o “natural” y la civilización “avanzada” porque todo relato porta un debate entre lo que se trae (imaginario) y lo que se encuentra (lo experiencia). Sin duda el libro de Lina nos cuenta la cultura de la colonización agrícola con sus expectativas y su racional medida de todas las cosas.  ¿Qué es lo que se espera ver? Hay una intensidad de la expectativa porque  hay una imagen previa.
En las noches, Lina parece escuchar el sonido del mundo, las descripciones de las horas nocturnas son las más sensibles de todo el libro. Tal vez hayan sido aquellas noches calurosas de su itinerario sudamericano las que se grabaron para siempre en su memoria.



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claudia torre

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